30 sept 2012

Perea Capulino, Juan

JUAN PEREA CAPULINO
 
Nacido en Santa Cruz de Tenerife el 10 de febrero de 1890  dentro  de una familia modesta que no pudo darle estudios. A los catorce años, sin haber terminado el bachiller, Capulino ingresó de voluntario en la Infantería, demostrando desde esa temprana edad unas dotes innatas para la carrera militar.

  De fuerte corpulencia, disciplinado y decidido, fue destinado al Protectorado de Marruecos, dónde hizo visibles sus cualidades castrenses en diversas operaciones contra las cabilas rifeñas, obteniendo como fruto de ellas el grado de Teniente el 29 de enero de 1915.  Herido de gravedad en un enfrentamiento contra las tropas de Abd-El-Krim, pidió el traslado a la Península, aumentando los contactos que ya tenía en Marruecos con militares próximos al Partido Republicano Federal y con determinados sectores de la CNT. En 1926 participó activamente en la preparación de la “Sanjuanada”, pronunciamiento militar que, dirigido los generales Aguilera, Weyler, Riquelme, Gil Dolz del Castellar y Batet contra la dictadura de Primo de Rivera, pretendía la restauración de la Constitución y el fin de los ascensos por méritos de guerra en detrimento de los propiciados por la carrera.

   Fracasada la intentona, que contó con apoyos políticos de lo más diverso, desde Melquiades Álvarez a Carlos Esplá o Francesc Maciá, Perea Capulino fue condenado a seis años de prisión e internado en el Castillo de Montjuich de Barcelona. En 1932, al año de proclamarse la República, acogiéndose a la reforma militar auspiciada por el ministro de la Guerra Manuel Azaña, pasó a la reserva con el grado de Capitán. Sin embargo, más tarde reconocería su error, pues las reformas de Azaña iban encaminadas a formar un ejército profesional nutrido por militares de convicciones democráticas y con su retiro voluntario colaboró indirectamente, como tantos otros militares de su misma o parecida ideología, a que la ley tuviese un efecto contrario al pretendido porque fueron pocos los antirrepublicanos que se acogieron a ella.

   Al conocerse la sublevación militar de 17 de julio de 1936, Juan Perea reingresó en el ejército poniéndose al mando de una columna de milicianos que el mismo 20 de julio hizo frente al ejército fascista en los altos de la Sierra de Guadarrama. Tras una férrea resistencia en Navafría y Lozoya, a finales de septiembre hubo de retroceder para participar en la reorganización de la defensa de Madrid, ciudad a la que se dirigía el grueso de las tropas alzadas en armas contra el Gobierno constitucional. Ya con el grado de Comandante, Perea se hizo cargo de la defensa de la zona comprendida entre Pozuelo de Alarcón y Húmera. A finales de diciembre de 1936, es nombrado jefe de la 5ª División con la misión de defender la carretera de La Coruña y los demás accesos que desde el norte daban entrada a Madrid. En enero de 1937, al mando de la misma división, logra rechazar el ataque de los rebeldes. Siempre en primera línea de combate, aunque sin la fama de otros militares republicanos, Perea participó en la ofensiva de Teruel y en la Batalla del Ebro, siendo sus tropas las únicas que lograron resistir la ofensiva facciosa sobre el mar con la intención de dividir la zona Este republicana en dos.

   El 30 de marzo de 1938 sustituye al general Sebastián Pozas al frente del Ejército del Ebro, siendo ascendido a Coronel a mediados de enero de 1939. Días después, al caer Cataluña bajo el control de las tropas sediciosas, Perea pasó a Francia, embarcando en 1942 hacia México, dónde desarrollaría una gran actividad antifranquista. A finales de la década de los cincuenta se trasladó a Argelia con el fin de dirigir una insurrección contra militar contra Franco. Convencido de que el Ejército Republicano no había capitulado nunca, Perea creía que la guerra no había concluido y que la batalla final estaba todavía por librar. Nombrado en Argel Presidente del Consejo de Gobierno de la III República española, hizo circular varios bandos en los que anunciaba la inminente instauración en España de “una República Federal Democrática y Socialista, sin admitir paliativos ni medias medidas de ninguna índole, garantizando así las libertades públicas, los derechos de las mayorías y minorías, la paz, el trabajo y el respeto a todos los ciudadanos”.

   Murió en Argel en septiembre de 1967 de un infarto de miocardio.

Fuentes:

-Centro Documental de la Memoria Histórica. Salamanca.

-PEREA CAPULINO, J.: Los culpables. Recuerdos de la guerra, 1936-39. Barcelona. Flor del Viento, 2007.

-CARDONA, G.: Historia militar de una guerra civil: Estrategia y tácticas de la Guerra de España. Barcelona. Flor del Viento, 2006.

-Manifiesto del Presidente del Consejo de Gobierno de la III República Española. Argel, 5 de enero de 1964.
PA


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